martes, 30 de marzo de 2010

La hermanita menor

Como ciertos árboles nacen torcidos y ciertos animales nacen bellos, él había nacido bueno, con un corazón tierno y jugoso. Tan jugoso y tierno que, de tocarlo, se hubiera deshecho entre las manos como un puñado de espuma. Piel afuera era un hombre corriente que vestía pantalones de dril, y camisa de mezclilla y llevaba los pies descalzos. Piel adentro era dulce y suave como los frutos maduros a la sombra. Fresco como los zacatales después de la llovizna. Su rostro, endurecido por el sol y el trabajo del campo, dejaba adivinar una ternura escondida, como se adivina la savia debajo de la corteza de los cedros. Su voz tranquila, suave y acariciante, parecía haber sido hecha con algodones húmedos y pulpa de durazno. Amaba a todos los hombres y a todos los animales. Por eso, en el pueblo, era considerado un hombre raro. El amor arraiga tan pocas veces en los corazones humanos que, cuando alguno lo posee y le florece, los demás lo miran a hurtadillas, como si fuera un ser llegado de otro planeta.

Jorge DeBravo
Costa Rica, 1938-1967

2 comentarios:

Anónimo dijo...

q placer poder comentar! ya me sentia un periodista de tn ja.
me gusta este blog porq puedo leer algo interesante de vez en cuando sin tener q arrancar un libro pa despues dejarlo por falta de tiempo.
gracias por cultivar mi mente!
beso mary.
matilde

Mary dijo...

Gracias Mati. Yo extraño tus posts!
Volve a escribir. El mundo necesita tu acidez!
Besos enormes