lunes, 26 de enero de 2009

La carretera hambrienta

Todos descendimos al gran valle. Era un día en el que se celebraban fiestas desde tiempo inmemorial. Espíritus maravillosos danzaron al compás de la música de los dioses, y con sus cánticos dorados y sus encantamientos de lapislázuli protegieron nuestras almas durante el tránsito y nos prepararon para el primer contacto con la sangre y la tierra. Todos hicimos solos la travesía. Teníamos que sobrevivirla solos: superar las llamas y el mar, el contacto con las ilusiones. Había empezado el destierro. Tales son los mitos de los orígenes. Historias y estados de ánimo muy enraizados en quienes creen en tierras ricas y creen todavía en los misterios. Nací no sólo porque hubiera concebido la idea de quedarme, sino porque, finalmente, después de tantas idas y venidas, sentía ya, asfixiándome, la presión de los grandes ciclos temporales. Recé para que se me concediera la risa, pedí una vida sin hambre y recibí paradojas por respuesta. Sigue siendo para mí un enigma por qué nací sonriendo.

Ben Okri
Nigeria, 1959

jueves, 8 de enero de 2009

acerca del cielo

Es cierto, dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.

Monterroso

Mirar // Ver

Entre la tarde que se obstina
Y la noche que se acumula
Hay la mirada de una niña.

Deja el cuaderno y la escritura.
Todo su ser dos ojos fijos.
En la pared la luz se anula.

¿Mira su fin o su principio?
Ella dirá que no ve nada.
Es transparente el infinito.

Nunca sabrá lo que miraba.


Octavio Paz

martes, 6 de enero de 2009

Las Bostonianas

Ella no se hacía ninguna ilusión sobre el porvenir que le esperaba cuando fuera su mujer; no lo pintaba con colores suaves ni se prometía que resultaría fácil; por el contrario, sabía que viviría en la pobreza y en la oscuridad, que sería la compañera de sus luchas y de su severo, duro y áspero estoicismo. Pero sabía también que la felicidad para ella consistía en introducirse en la vida de él, por árida y triste que pudiera resultar.

Henry James

El nombre de la rosa

Guillermo se sentía profundamente humillado. Traté de consolarlo, diciéndole que hacía tres días que estaba buscando un texto en griego y era natural que hubiese descartado todos los libros que no estaban en griego. El respondió que sin duda es humano cometer errores, pero que hay seres humanos que los cometen más que otros, y a estos se los llama tontos, y que él se contaba entre estos últimos, y se preguntaba si había valido la pena que estudiase en París y Oxford para después no ser capaz de pensar que los manuscritos también se encuadernan en grupos, cosa que hasta los novicios saben, salvo los estúpidos como yo, y una pareja de estúpidos tan buena como la nuestra hubiera podido triunfar en las ferias, y eso era lo que teníamos que hacer en vez de tratar de resolver misterios, sobre todo cuando nos enfrentábamos con gente más astuta que nosotros.
(...)
El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda. El diablo es sombrío porque sabe adonde va, y siempre va hacia el sitio del que procede. Eres el diablo, y como el diablo vives en las tinieblas. Si querías convencerme lo has logrado. Te odio, Jorge, y si pudiese te sacaría a la explanada y te pasearía desnudo.

Umberto Eco